Isaías 45:22. -Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.

¡Refugio seguro es el Señor!

....la ira venidera.
Mateo 3.7

Charles Spurgeon

Resulta sumamente placentero para nuestros sentidos caminar por el campo luego de una lluvia y percibir el aroma del pasto fresco y observar las gotitas que brillan como diamantes a la luz del sol.
Ese es el lugar de un cristiano.

Ël viaja por un territorio donde una tormenta ha descargado su furia sobre la cabeza del Salvador y si todavía siguen cayendo algunas gotas de tristeza es porque se destilan de las nubes de misericordia, mientras Jesús le asegura que la lluvia no tiene la intención de destruir.
Sin embargo, qué inquietante es ver una tormenta que se acerca. Ver las señales de advertencia como los pájaros que bajan sus alas para protegerse, las reses que mantienen la cabeza gacha por temor, el cielo que se oscurece y oculta al sol, y los cielos que parecen entristecerse y enojarse, ¡Qué miedo da ver venir un huracán tropical! Aguardar aterrados la terrible fuerza del viento, poderoso como para arrancar árboles de raíz, quitar rocas de los cimientos y destruir casas en segundos.
Pecador, esta es tu condición actual. Todavía no ha caído una sola gota caliente, pero se aproxima una lluvia de fuego. Todavía no hay vientos feroces arremolinándose a tu alrededor, pero pronto serán liberadas. Los rayos de Dios todavía están en el depósito, ¡pero cuidado! Se acerca la aterradora tormenta y qué horrible será aquel momento cuando Dios, vestido de venganza, finalmente avance con toda la furia.
¿Dónde, dónde, dónde, oh pecador, vas a esconderte? ¿Adónde huirás? Oh, que la mano de la misericordia de Dios te lleve ahora mismo hasta los pies de Cristo. Él está expuesto ante ti en el evangelio. Su costado perforado es tu roca de refugio. Sabes que los necesitas. Por tanto ¿por qué no crees en él y te refugias en sus brazos?
Entonces la furia de la tormenta se habrá ido por toda la eternidad.