Isaías 45:22. -Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.

Su fidelidad y nuestra oración

Bendito sea Dios, que no rechazó mi plegaria.
Salmos 66:20

Charles Spurgeon

Al revisar el contenido de nuestras oraciones, si lo hacemos con sinceridad, nos debe llenar de asombro que Dios, aunque siquiera una vez, nos haya respondido. Quizas algunas personas crean, como los fariseos, que sus oraciones son dignas de ser aceptadas; pero un verdadero cristiano, espiritualmente más consciente en su análisis, llorará por sus oraciones y, si le fuera posible, las reiteraría para hacerlas con más seriedad y de todo corazón.

Querido cristiano, recuerda cuán frías han sido tus oraciones. Cuando estabas en tu cuarto de oración debías haber luchado como lo hizo Jacob, en cambio, tus peticiones fueron pocas y débiles, muy lejos de aquella fe humilde, confiada y perseverante que clama: ¨¡No te soltaré hasta que me bendigas!¨(Génesis 32:26). Sin  embargo, ¿ no resulta asombroso que Dios no solo haya escuchado sino que también haya respondido?
Reflexiona en lo poco frecuentes que han sido tus oraciones a menos que estuvieras en una dificultad.  En tales ocasiones, a menudo acudes al ¨propiciatorio¨ de Dios (Exodo 25:17), pero una vez que te ha librado, ¿ qué sucede con tu súplica continua y sincera? Pero, aunque has cesado de orar como antes, Dios no ha cesado de bendecirte. Cuando has descuidado su  ¨propiciatorio¨, él no te ha abandonado porque las brillantes luces de su gloria Shekiná siempre han permanecido visibles entre las alas de los querubines.
 ¡Cuán maravilloso es que el Señor hasta considere nuestros espasmos intermitentes y molestos de oración que proferimos cuando estamos en necesidad! ¡ Qué asombroso es nuestro Dios que escucha las oraciones de los que acuden a él cuando tienen necesidades y deseos apremiantes, pero que lo descuidan cuando reciben una bendición; aquellos que se acercan a él cuando se sienten obligados a hacerlo pero que casi se olvidan de hablarle cuando sus bendiciones son abundantes y pocas sus tristezas.
Que su bondad llena de gracia al escuchar tales oraciones toque nuestro corazón para que de aquí en adelante oremos de manera continua en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos¨ (Efesios 6:18).