Isaías 45:22. -Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.

Bendición espiritual en Cristo

Nos ha bendecido... con toda bendición espiritual en Cristo.
Efesios 1:3

Charles Spurgeon


Cristo bendice a su pueblo con toda bendición del pasado, del presente y del futuro. En las misteriosas épocas pasadas, el Señor Jesús fue la primera elección de su Padre y compartimos un interés en tal elección porque ¨Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo¨(Efesios 1:4).
Desde la eternidad pasada él ha disfrutado todos los privilegios de ser el amado ¨Hijo unigénito¨(Juan 1:14) del Padre. Y ¨según las riquezas de su gracia¨ (Efesios 1:7, RVR 1960) por adopción y regeneración también nos ha elevado a la categoría de hijos  y nos ha dado ¨el derecho de ser hijos de Dios¨ (Juan 1:12).
El pacto eterno, basado en la obligación de su cumplimiento y dado que se ¨confirmó con un juramento¨, es nuestro, nuestro para ¨fortísimo consuelo¨ (Hebreos 6:17-18, RVR 1995) y plena seguridad. En el eterno y sólido fundamento de la sabiduría que predestinó y por un decreto omnipotente, los ojos del Señor Jesús se han fijado por siempre en nosotros. Y podemos descansar seguros sabiendo que en toda la eternidad venidera no hay poder opositor que prevalezca contra los intereses de sus redimidos.
La grandiosa propuesta matrimonial del Príncipe de gloria es nuestra, porque con nosotros se ha comprometido, y pronto será declarado a la totalidad del universo por medio de los votos matrimoniales sagrados. El milagro de la encarnación del Dios del cielo junto con la asombrosa simisión y humillación que vienen con él, es nuestro. El efecto de su sudor de sangre, los azotes y la cruz son nuestros para siempre. Todas las gloriosas consecuencias que fluyen de su perfecta obediencia y expiación consumada asi como su resurrección, ascensión y la intercesión son nuestras, porque son parte de su regalo.
Ahora él lleva nuestro nombre en su coraza y con autoridad intercede a nuestro favor, recordándonos por nombre y presentando nuestro caso ante el trono. Él emplea su dominio sobre ¨autoridades¨ y ¨potestades¨ (Efesios 6:12) y su absoluta majestad en el cielo es en beneficio de aquellos que confían en él. Su alta condición es tanto para nuestro beneficio como lo ha sido su humillación. Aquel que se entregó por nosotros hasta las profundidades del sufrimiento y de la muerte no retira el regalo ahora que está sentado en el trono de las alturas celestiales.